domingo, 5 de enero de 2020

EL cuarto Rey Mago



Darbé… El otro Rey Mago

Cuentan leyendas… que los reyes magos no solo fueron tres (Melchor, Gaspar y Baltasar) se habla de un Rey cuya belleza y nobleza  merece ser recordada para ejemplo de todos… Los tres Reyes y Darbé, acordaron reunirse en un oasis y juntos seguir el camino de la estrella.

Lleno de alegría e iluminado por la fe, montó en su camello y se dirigió al sitio de reunión, pero se dio cuenta de que no llevaba ningún regalo que ofrecer al niño Dios.

Regresó, abrió el cofre y tomó un hermoso brillante, un rubí y una esmeralda; la noche ya caía, en el camino oyó unos lamentos y descubrió a un hombre herido y con las ropas destrozadas, le recogió y curando sus heridas lo llevó a una casa cercana, el herido le contó que había sido asaltado y quedado en la ruina.  Darbé se condolió y regaló el hermoso rubí.

El buen rey emprendió el viaje, pronto se desató una tormenta la cual retrasó su llegada al oasis… ¡Los compañeros habían partido! Siguió solo, después de muchos días en el desierto, perdió el rumbo y la fe, al dejar de ver la estrella que lo guiaba.

Más tarde fue hecho prisionero por unos bandoleros que pedirían rescate por él… mucho tiempo pasó, hasta que el rescate llegó y obtuvo su libertad. Darbé pudo continuar su viaje, llevando aun con él el brillante y la esmeralda que ofrecería al Mesías.

Llegó a Jerusalén y se enteró que el Rey Herodes dio la orden de sacrificar a todos los menores de dos años… La virgen María y José lograron escapar con el niño rumbo a Egipto.

Darbé los siguió, pero presenció un hecho que lo estremeció; un soldado arrebataba a un niño de los brazos de una madre; Darbé detuvo el brazo del soldado y le ofreció  a cambio de la vida del niño, el brillante que guardaba, la mujer llorando dio las gracias al mago.

Después de mucho andar, se topó con una guerra de tribus, una vez más fue hecho prisionero; pasaron varios años para conseguir su libertad. Ya su cabello y barba eran completamente blancos.

Una vez más llegó a Jerusalén, ahí pregunto por Jesús a un Romano, este riendo le señalo un sitio. “¡Mira hacia allá y verás a Jesús, llevando la cruz a cuestas, hoy va a morir!”

Jesús coronado de espinas y sangrante, salía con rumbo al monte calvario… Darbé, se dispuso a correr hacia él, pero fue sujetado del manto por una joven con lágrimas en los ojos que rogó le ayudara, ya que iba a ser vendida  a un hacendado cruel, Darbé fue con ella y logró liberarla a cambio de la esmeralda.

Después corrió todo lo que pudieron sus cansadas piernas… ¡Pero ya Jesús expiraba en la cruz! Darbé exclamó: ¡No he podido llegar a tiempo, ni hacer nada por ti! Jesús respondió: “Has llegado a tiempo y por mi has hecho tres buenas obras  y me has encontrado y ahora por toda la eternidad…”

Darbé miró sorprendido como su espíritu  se desprendía de su cuerpo y se fundía con el resplandor divino de su señor…

La leyenda dice que Darbé se fue a la gloria y que hay quienes han logrado verlo y hasta hablar con él… ¡Una noche del 5 de enero!

viernes, 30 de noviembre de 2018

Alegoría de la caverna

(514a) – Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. 

En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. 

Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, 1 como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. 

– Me lo imagino. 

– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan. 

– Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

– Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? 

– Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. 

– ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique? – Indudablemente.

– Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven? – Necesariamente.

– Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos? 

– ¡Por Zeus que sí! 

– ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? 

– Es de toda necesidad. 

–Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? 

– Mucho más verdaderas.

– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?

– Así es. 

– Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos? 

– Por cierto, al menos inmediatamente.

– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol. 

– Sin duda. 

– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito. 

– Necesariamente. 

– Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto. 

– Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.

– Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería? 

– Por cierto. 

– Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida? 

– Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida. 

– Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? 

– Sin duda. 

– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo? 

– Seguramente. 

– Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada–prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. 

Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. 

Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

– Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

miércoles, 17 de enero de 2018

Mamá Cuervo

Había una vez hace mucho tiempo, un bosque muy grande, con altos y frondosos árboles y en ellos vivía una mamá cuervo con sus polluelos, todos los días ella iba por la mañana a buscar comida para sus hijos y volvía al medio día... Pero un día, cuando llegó al nido, no escuchó el mensaje de bienvenida de sus hijos, sino que solo encontró silencio por respuesta a sus llamadas, preocupada bajó y se encontró con mamá ardilla y le preguntó:

-Perdone señora ardilla, ¿Ha visto a mis hijos?

y la ardilla le respondió:

-Dígame señora cuervo ¿Cómo son sus hijos? porque ella, hace unos momentos había visto unos polluelos perdidos.

-Mis hijos son 3 preciosos polluelos, con pequeñas plumas que parecen algodón de suaves que son y con un piar dulce que te llega al alma

La ardilla se quedó pensativa y le respondió:

-Pues no señora, no he visto a sus hijos, lo siento.

Continuó caminando y se encontró a mamá conejo con su ristra de conejitos y le hizo la misma pregunta:

-Perdone señora conejo, ¿Ha visto usted a mis hijos?

-Sería usted tan amable de decirme ¿Cómo son sus hijos señora cuervo?

--Mis hijos son preciosos, pequeños y con unos ojos que pierden de tanta ternura.

La señora conejo se quedó pensando, ya que hace un momento había visto unos pajaritos pequeños, pero no coincidía con la descripción de la señora cuervo, así que sin dudarlo le dijo:

-No, no los he visto, lo siento mucho.

Y así se encontró con varios animales mas, hasta que ya cansada y muy preocupada encontró a mamá zorro, que en cualquier otra situación hubiera huido nada mas verla, pues le tenía mucho miedo, pero el amor por sus hijos fue mas fuerte y le preguntó lo mismo:

-Perdone Señora Zorro, he perdido a mis hijos, ¿Los ha visto usted? y la mamá zorro viendo la preocupación de la mamá cuervo y siendo ella misma madre comprendió la situación de mama cuervo y por un momento un miedo iba subiendo por su garganta y le dijo: 

- Dígame señora cuervo, ¿Cómo son sus hijos?

La señora cuervo le comenzó a describir a sus hijos:

-Son unos polluelos preciosos, con un plumaje suave y terso, un piar que emociona el solo oírlo y una mirada tierna e inocente, en fin que son los pajaritos mas hermosos del mundo.

La señora zorro suspiró aliviada y le respondió.

-Pues no señora cuervo, no he visto a sus hijos, yo acabo de comerme unos pajarillos pero para nada son sus hijos, pues los bichos que yo me he comido eran unos pajarillos horribles, con unos hojillos saltones,unas plumas ásperas y un graznido infernal, no paraban de graznar y me los comí.

La mamá cuervo, en una mezcla de lamento y llanto  gritó: ¡¡Ayyy esos eran mis hijos.!!

Ya que para una madre todos sus hijos son preciosos.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Las manos de Dios

Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados, cuando la tierra está quebrada y abandonada, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino, carentes de recursos para defender sus derechos, me pregunto: ¿ dónde estarán las manos de Dios?

Cuando contemplo a esa anciana olvidada; cuando su mirada es nostalgia y balbucea todavía algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó, me pregunto: ¿ dónde estarán las manos de Dios?

Cuando veo al moribundo en su agonía lleno de dolor; cuando observo a su pareja y a sus hijos deseando no verle sufrir; cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol, cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías, la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se pinta la boca y se ciñe el vestido y sale su cuerpo a vender, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada me ofrece su periódico, su miserable cajita de dulces sin vender, cuando lo veo dormir en la puerta de un zaguán titiritando de frío, con unos cuantos periódicos que cubren su frágil cuerpecito, cuando su mirada me reclama una caricia, cuando lo veo sin esperanzas vagar con la única compañía de un perro callejero, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Y me enfrento a El y le pregunto: ¿dónde están tus manos Señor? para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado, rescatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados? después de un largo silencio, escuché su voz que me reclamó ¿no te das cuenta que tú eres mis manos?, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas, para dar amor y alcanzar estrellas”.

Y comprendí que las manos de Dios somos “TU y YO” , los que tenemos la voluntad, el conocimiento y el coraje para luchar por un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se reten a sí mismos para ser las manos de Dios.

Señor, ahora me doy cuenta que mis manos están sin llenar, que no han dado lo que deberían dar, te pido perdón por el amor que me diste y que no he sabido compartir, las debo usar para amar y conquistar la grandeza de la creación.

El mundo necesita esas manos, llenas de ideales y estrellas, cuya obra magna sea contribuir día a día a forjar una nueva civilización, que busquen valores superiores, que compartan generosamente lo que Dios nos ha dado y puedan al final llegar vacías, porque entregaron todo el amor para lo que fueron creadas, y Dios seguramente te dirá:



¡ESAS SON MIS MANOS!

domingo, 3 de septiembre de 2017

El ángel de los niños

Refiere una antigua leyenda que un niño que todavía no había nacido, le dijo un día a Dios: 

-Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra, pero ¿Cómo viviré allá tan pequeño y tan débil como soy?

-Entre los muchos ángeles escogí uno que te esperará- le contestó Dios.

-Pero dime Dios, acá en el cielo no hago más que cantar y sonreír y eso basta para mi felicidad. ¿Podré hacerlo allá?

-Yo enviaré un ángel para que cante y sonría para ti todos los días. Y te sentirás feliz con sus canciones y sonrisas.

-¿Y cómo entenderé cuando me hablen si no conozco el extraño idioma de los hombres?

-Un ángel te hablará las palabras más dulces y más tiernas que escuchan los humanos. Él te enseñará.

-¿Qué haré cuando quiera hablar contigo?

-Un ángel juntará tus manitas y te enseñará una oración.

-Señor, he oído que en la tierra hay hombres malos, ¿quién me defenderá?

-Un ángel te defenderá aunque le cueste la vida.

-Señor-le dijo el niño- pero estaré siempre triste porque no te veré más, me sentiré muy solo.

-Un ángel te hablará siempre de mí y te mostrará el camino para un día volver a mi Presencia.

En ese instante una inmensa paz reinaba en el cielo, no se escuchaban voces terrestres. 

El niño repetía suavemente: Señor, dime el nombre del ángel. Señor, dime el nombre del ángel..Quiero saber su nombre.

-El Señor contestó: se llama: Mamá.

Cuando el Odio quiso matar el Amor

Escuché una vez este relato: Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. 

Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". 

Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que matéis al Amor", dijo. 

Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.

El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo
soportará".

Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el informe del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".

Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. 

Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". 

Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida y la adoró en sus ídolos, que son una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor verdadero. 

Pero, después de luchar por salir adelante, el Amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. 

Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció.

Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.

Cuando venían las Desgracias parecía sucumbir, pues como decía Claudio de Colombiere los golpes imprevistos no permiten muchas veces que uno aproveche de ellos, a causa del abatimiento y turbación que levantan en el alma; mas con un poquito de paciencia, se ve como Dios dispone a recibir gracias muy grandes precisamente por aquel medio. 

Sin tales percances tal vez no habría sido el amor del todo malo, pero tampoco del todo bueno.

El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos”.

De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. 

"Yo mataré el Amor”, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo".

Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor había muerto.

Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí os entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más ya se iba.

"Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?"

El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La Rutina." 

Enamórate de un hombre...

No te enamores de un hombre que trabaje todo el día y llegue a casa cansado, enamórate de un hombre que trabaje lo necesario y llegue a casa en el momento justo para compartir contigo.

No te enamores de un hombre que tenga riquezas materiales sino de uno que tenga riquezas espirituales.

No te enamores de un hombre que sepa satisfacerte sexualmente sino de aquel que piense en complacer tu cuerpo y espíritu.

No te enamores de un hombre que se levante con sueño, sino de un hombre que se levante una hora antes, medite y te espere.

No te enamores de un hombre que cuenta años de matrimonio como trofeo, sino de aquel que te haga sentir todos los días como en la luna de miel.

No te enamores de un hombre que hable mucho, sino de un hombre que hable lo necesario y sepa escuchar.

No te enamores de un "Supermacho" sino de un hombre que tenga desarrolladas cualidades de caballerosidad, sensibilidad y detalle.

No te enamores de un fisicoculturista, enamórate de un hombre que sepa utilizar sus músculos en el momento justo.

No te enamores de un hombre que utilice sus palabras para herir, enamórate de aquel que utilice las palabras como poesía.

Te puedes enamorar de cualquier hombre, pero uno verdadero debe saber cómo abrir y acariciar los pétalos en una dama.