Abundan en la corte, y suelen gustar de ellos los príncipes, porque asestan sus tiros a los bribones y a los majaderos.
Iba gritando un loco por las calles y plazuelas que vendía sabiduría, y muchos crédulos corrían a comprarla.
Hacíales extrañas gesticulaciones, y después de sacarles el dinero, les obsequiaba con un tremendo bofetón y un bramante de dos brazas de largo.
La mayor parte de los engañados se sulfuraba; pero, ¿de qué les servía? Quedaban burlados doblemente: lo mejor era tomarlo a risa o marcharse sin abrir la boca con el bramante y la bofetada. Buscar a aquello algún sentido hubiera sido hacerse silbar como solemnes mentecatos.
¿Qué razón explica los actos de un loco? El azar es la causa de todo lo que pasa en una mollera trastornada. Pero, cavilando sobre el bofetón y el bramante, uno de los burlados fue a buscar a cierto doctor varón, que sin vacilar le contestó:
"El hilo y la bofetada son preciosos jeroglíficos: toda persona de seso, debe mantenerse apartada de los locos la longitud de ese cordel. Y si no lo hace así, se expone a atrapar algún moquete. No os engaño, el loco: vende sabiduría"
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