“Cierta vez un hombre visitó a su consejero y le relató su problema. – Soy un sastre. Con los años gané una excelente reputación por mi experiencia y alta calidad en mi trabajo.
Todos los nobles de los alrededores me encargan sus trajes y los vestidos de sus esposas. Hace unos meses, recibí el encargo más importante de mi vida.
El príncipe en persona escuchó de mí y me solicitó que le cosiera un ropaje con la seda más fina que es posible conseguir en el país.
Puse los mejores materiales e hice mi mejor esfuerzo. Quería demostrar mi arte, y que este trabajo me abriera las puertas a una vida de éxito y opulencia.
Pero cuando le presenté la prenda terminada, comenzó a gritar e insultarme:
– ¿Esto es lo mejor que puedes hacer?
¡Es una atrocidad!
¿Quién te enseñó a coser?
Me ordenó que me retirara y arrojó el traje tras de mí.
¡Estoy arruinado! Todo mi capital estaba invertido en esa vestimenta, y peor aún, mi reputación ha sido totalmente destruida.
¡Nadie volverá a encargarme una prenda luego de esto! ¡No entiendo qué sucedió, fue el mejor trabajo que hice en años!
– Vuelve a tu negocio, dijo el sabio, descose cada una de las puntadas de la prenda y cóselas exactamente como lo habías hecho antes.
Luego llévala al príncipe. – ¡Pero obtendré el mismo atuendo que tengo ahora!, protestó el sastre.
Además mi estado de ánimo no es el de siempre. –Haz lo que te indico, y Dios te ayudará, dijo el hombre. Dos semanas después, el sastre retornó.
– ¡Usted ha salvado mi vida! Cuando le presenté nuevamente el ropaje, el rostro del noble se iluminó: ¡Hermoso!, exclamó. ¡Este es el más hermoso y delicado traje que haya visto!
Me pagó generosamente y prometió entregarme más trabajo y recomendarme a sus amigos.
Pero, deseo saber ¿cuál era la diferencia entre la primera prenda y la segunda?
–El primer traje, explicó el consejero, fue cosido con arrogancia y orgullo.
El resultado fue una vestimenta espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente perfecta, carecía de gracia y belleza.
Sin embargo, la segunda costura fue hecha con humildad y el corazón quebrado, transmitiendo una belleza esencial que provocaba admiración en cada uno que lo veía”. ¿Y usted cómo hace su trabajo profesional, familiar o personal, con arrogancia y orgullo, o con humildad en el corazón?
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