domingo, 3 de septiembre de 2017

“Papá, no me pegues”

Papá:

¡Tus golpes no solo hieren mi cuerpo, golpean mi corazón!...

Me hacen duro y rebelde, terco, torpe y agresivo.

Tus golpes me hacen sentir miserable, 
pequeño e indigno de ti... mi héroe.

Tus golpes me llenan de amargura, 
bloquean mi capacidad de amar, 
acrecientan mis temores 
y nace y crece en mí el odio.

Papi, tus golpes me alejan de ti, 
me enseñan a mentir, 
cortan mi iniciativa y mi creatividad, 
mi alegría y espontaneidad.

No me des golpes más... 
Soy débil e indefenso ante tu fuerza; 
tus golpes enlutan mi camino, 
y sobre todo endurecen mi alma.

La fuerza de tu razón es superior 
a la fuerza de tus golpes; 
si no te entiendo hoy, 
¡Pronto lo haré!

Si eres justo e insistes, explícamelo... 

Más poderosos que tus golpes, 
más efectivos y grandiosos 
son tu afecto, tus caricias, tus palabras.

Papi, tu grandeza no está 
en el poder de tu fuerza física. 
Tú, mi héroe, eres mucho más 
cuando no necesitas de ella 
para guiarme.

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